En los últimos tiempos he sufrido un enamoramiento paulatino de la ciudad de Bangkok. Ha sido lento, vamos que solo he tardado unos 20 años en que deje de darme una pereza que me muero.
Hasta hace muy poco la capital de Tailandia era para mí un lugar fascinante, si, pero también sinónimo de polución, calor agobiante, atascos y gente poco amable. Hasta que en mis 3 últimas visitas todo ha cambiado. Quizá le haya dedicado más y mejor tiempo. O tal vez por fin he encontrado un lugar céntrico donde alojarme que me evita perder horas en autobuses o caminando bajo un sol abrasador. Y también he hallado más gente amable que me ha ayudado.
Pero sobretodo he comenzado a comprender mucho mejor su cocina, y he disfrutado de un buen montón de lugares que me fascinan. Durante mi último viaje frecuenté la zona alrededor de la estación de metro de Silom, muy cerca del parque de Lumphini. Es un barrio moderno y lleno de oficinas, así que la oferta de comida callejera es inmensa y muy variada. Hay sobre todo un restaurante Isaan que me encanta, se llama Som Tam Jay So, y tiene todo lo que me gusta de una casa de comidas; platos deliciosos y honestos, dueños encantadores y cuenta económica. Ya os hablaré otro día de este lugar.
Un día, paseando por Silom Convent, y sin saber muy bien que comer, me topé con un puesto de wok. Los salteados tailandeses tienen raíces chinas, pero han conseguido crear recetas puramente locales que están deliciosas. Una de mis favoritas son las que se preparan usando “krapao”, o albahaca tailandesa. Esta hierba es muy diferente a la que se consume en occidente, es anisada y con un fuerte toque a regaliz. Con ella los tailandeses hacen salteados con carne picada y guindillas, que se comen para desayunar con mucho arroz y un huevo frito encima. Pero en el puesto que me encontré ese día preparaban una versión con marisco. La dueña, que raro, era malencarada, pero también socarrona y experta manejando su wok. Me pedí una ración con extra de guindillas y me gustó tanto que no he podido resistirme a compartirlo con vosotros.
La receta no puede ser más sencilla ni más rica. Solo necesitas marisco fresco, una buena ración de guindillas, y algo de albahaca tailandesa. Cada vez es más fácil encontrarla en nuestros mercados, pero si no sustitúyela por la común. También debes aplicar las reglas del wok, es decir buena temperatura y rapidez. Ya sabes, salteamos no cocemos. Aquí te explico la manera de hacerlo.
Por último es básico un buen montón de arroz hervido y un huevo frito con puntilla. ¡Disfruta!
Para 1 persona,
Ingredientes;
6 gambones pelados y desvenados, con el último segmento de la cola intacto
100 gr. de calamar en dados menudos
1 ajo
1 chile ojo de pájaro
6 judías verdes redondas troceadas en aros finos
La salsa,
1 cucharadita de salsa de ostras
1 cucharadita de salsa de pescado
1 cucharadita de salsa de soja clara
1/2 cucharadita de salsa de soja oscura
1 cucharadita de azúcar moreno
3 cucharadas de agua o caldo
10 hojas de albahaca thai
1 huevo
Arroz jazmín hervido
Preparación;
En abundante aceite fríe el huevo. Con puntillas por favor.
En un mortero pon una pizca de sal gruesa y reduce el ajo y el chile a una pasta.
Salpimienta el marisco.
Pon un wok al fuego y, cuando humee, añade una cucharada de aceite. Saltea a fuego fuerte los gambones y los calamares durante un minuto. Permite que se tuesten por un lado, aunque continúen crudos por el otro. Retira y reserva.
Limpia el wok y calienta otra cucharada de aceite. A fuego suave saltea la pasta de ajo y guindillas hasta que deje de oler a crudo.
Sube el fuego e incorpora las judías verdes y sofríe un par de minutos.
Reincorpora el marisco y mezcla bien. Sazona con la salsa y permite que de un hervor todo junto. Si quedara muy seco moja con alguna cucharada de agua.
En el último minuto rectifica de sazón y añade la albahaca. Mezcla y permite que se integren los sabores. Sirve sobre arroz hervido con el huevo frito encima.