Después de 2 silenciosas, pero atareadas, semanas en Camboya vuelvo a la carga. Desde Phnom Phem tomé un vuelo a Bangkok, e inmediatamente un tren a Chiang Mai, en el norte del país. Así que hoy se inicia mi segundo día por estas tierras.
Hacía 11 años que no pisaba Chiang Mai, pero veo que las cosas no han mejorado, sino todo lo contrario. La mayor parte de la ciudad está orientada y «tomada» por los turistas. Todo son agencias de viajes, tours, visitas a las tribus, horas felices y dos por uno. El «Banana Pancake Trail» en estado puro.
Pero yo a lo mío. Como no me interesan las mujeres “karen” con cuello de jirafa, ni las camisetas de tirantes, me dedico a buscar comida local, rica y diferente. En eso Chiang Mai también se asemeja a otros tugurios turísticos por el estilo; Siem Reap, Khao San, Phan Ngu Lao, donde la mayor parte de la comida «local» que ofrecen es «farang friendly». Es decir orientada al extranjero. No solo es menos picante o especiada, sino que ofrece los platos que a los «visitantes les gustan». Para que me entendáis, paella, tortilla y sangría. Si viajas como turista por toda Tailandia verás el mismo menú repetido hasta la saciedad; sopa “tom yam”, curry verde de pollo, pad thai, ensalada de papaya, rollos primavera. Así un millón de veces.
Sin embargo estoy en el norte de Tailandia, y resulta que la mayoría de esos platos proceden del centro del país o del noreste Isaan. En Chiang Mai se prepara cocina norteña, llamada «Lanna», es muy diferente y está influenciada por sus vecinos birmanos y laotianos. Menos leche de coco, menos picante, menos ácida, arroz glutinoso.
Siguiendo los consejos de «Eating Asia», el genial “blog-biblia” que tanto me gusta, busqué y encontré una pequeña casa de comidas en el centro de la ciudad, justo frente a la puerta de Tha Phae. Ningún signo en inglés en el exterior. Una modesta casa de comidas de las de toda la vida, regentada por 2 hermanas que sirven platos caseros del norte. En el exterior tienen un mostrador donde venden zumos de naranja a los miles de forasteros que pasan por allí. Los turistas no entran. Si acaso piden su zumo, curiosean el interior y se marchan. Que pena…
Tienen una carta muy breve de solo 7 platos, traducida someramente al ingles. Mesas de madera cubiertas con manteles de flores horteras. En las paredes amuletos budistas y las habituales fotos del rey.
Pedí “laab khua moo”, una ensalada de cerdo típica de la región. Y le «rogué» a la muchacha que me trajera, por Dios, un platito pequeño de “gaeng hanglay”, y un buen bol de arroz glutinoso. No sabía que me esperaba porque nunca había comido ninguno de los 2 platos.
Después del arroz llegó la ensalada, que me dejó boquiabierto de lo deliciosa que estaba. Reconozco que esta ensalada no está hecha para los corazones débiles o melindrosos… Se prepara con carne de cerdo, asadura, pulmón, corazón, tripas, y un buen chorro de sangre porcina. A esto se le añaden bastantes especias y chiles secos fritos, canela, pimienta, cardamomo… Por encima chalotas y ajos fritos que le dan un toque crujiente muy rico. Se acompaña de mucho arroz, y hojas de col, albahaca y menta fresca. A diferencia de su prima hermana, el “laab Isaan”, esta no lleva lima ni tampoco arroz tostado o cilantro, así que su sabor es más bien ahumado, dulzón y con gusto a especias. Y pica, pica mucho. No penséis que soy ningún valiente que va bebiendo vasos de sangre fresca en mercados llenos de ratas y moscas. No. Pero sabéis porqué me encantó tanto la ensalada… pues porque parecía que estaba preparada con una de nuestras morcillas de cebolla, solo que aliñada a la tailandesa. Una cosa rica de verdad. Se me saltaban las lagrimas y no podía parar de comer…
El segundo plato, “gaeng hanglay”, es un curry de panceta de cerdo de origen birmano. Otra maravilla. La carne marinada con una pasta de especias frescas y polvo de curry se cocina en agua hasta que esta tiernísima. Tiene el punto dulce del azúcar de palma y ácido de la pulpa de tamarindo que se añade al final de la cocción. Se termina con trozos de piña fresca y cacahuetes tostados. También me supo muy rico.
La boca se me quedo dormida pero feliz. Los tailandeses tiene un proverbio que dice, «phet jon huu eu», o sea «está tan picante que me zumban los oídos». Pues eso, que mañana vuelvo a por más…
Si pasáis por Chiang Mai y queréis hacer una pequeña cata de la cocina del norte no dejéis de visitar este restaurante, Sornchan-Chiang Mai Food, en el 23 de Kotchasarn Road. Ah, no tiene signos en inglés, pero está al lado de una farmacia…