A veces uno tiene la suerte de llegar a los lugares a los que ha soñado llegar, y de hacer lo que siempre ha querido hacer. Pasa pocas veces, pero pasa.
Después de los días grises en Hanoi y otros luminosos en Hai Phong decidí volar al sur para volver a visitar Hue. Desde 2014 no estaba por allí. Pero las veces que la he visitado siempre me he sentido bien y a gusto, con sus calles tranquilas y su gente amable y educada. Pero tenía una espinita clavada, las 3 veces anteriores siempre me había alojado en la zona sur de la ciudad. Es el típico guettho turístico del Sudeste de Asia. Un barrio de consumo mainstrean, para gente que quiere viajar pero no mancharse. Sabéis a lo que me refiero, shusi, pizzas, hamburguesas, excursiones. Todo eso. Así que me alojé dentro de las murallas de la ciudad, et voila, la maravilla. No se porqué, pero por allí los turistas no pisan, prefieren acochinarse al otro lado del puente no vaya a ser que les peguen algo los vietnamitas. Me alegro, porque así el lugar está todavía a salvo de su final y de la destrucción masiva del chai late.
Además de pasear y visitar me dediqué a inflarme de comida de Hue. Sin mucho pensar llegué a una conclusión que ya intuía, que es la mejor comida de todo Vietnam. Desde luego mucho más sabrosa que la de Hanoi, y creo que por encima de la de Saigón. Comí sus dumplings bizarros y ricos, me empaché de Huda, tome un bun bo que avergonzaría a casi todos los pho del norte, y en general comí sabroso, barato y rico.
Un día, después de visitar alguna de las maravillosas tumbas de los emperadores Nguyen, puse rumbo a la playa de Thuan An, a apenas 15 kilómetros de Hue. Por el camino el mismo tráfico loco de siempre, pero además templos hermosos, canales, lagunas y pescadores. La playa solitaria y sucia, y también muy bonita. Nada más llegar unos pescadores regresaban de faenar. Después de acodar la barca en la arena esparcieron sus capturas en la arena y, entre un remolino de vecinos, vendieron en un instante la raya, los dos lenguados y las 3 docenas de pescados con listas amarillas que llevaban.
A pie de la playa había 2 chiringuitos de pescado. Uno lleno y otro no. El que estaba a tope tenía un par de piscinas y media docena de barreños llenos agua con marisco y pescado vivo; cangrejos de barro y azules, almejas, galeras, gambones, caracoles de mar del tamaño de 2 puños. Los clientes seleccionaban lo que querían y la manera en que debían cocinarlo. La cocinera pescaba en los barreños y en 10 minutos volvía con la comida lista.
Como soy muy pesado, y también sonrío muy bien, los dueños me dejaron pasar a la cocina a ver como preparaban los 2 cangrejos que habíamos elegido. Los vietnamitas cocinan los pescados de manera muy sencilla. Como todo. Hervidos, al vapor, a la parrilla con aceite de cebolletas y cacahuetes, en hoja de plátano con mermelada de guindillas, o salteados, a menudo solo con guindillas y lemongrass. Yo elegí un salteado, pero con tamarindo que me encanta. La cocinera arrancó el caparazón a los pobres cangrejos y los cocinó en unos minutos. Y luego el festín en un tenderete mirando el mar, con los pies húmedos y llenos de arena. Los cangrejos estaban espectaculares, frescos, jugosos y para ponerles un piso. La cerveza huda calentita y refrescante. Y el ambiente era, simplemente inmejorable, un montón de vietnamitas alegres tragando marisco y trasegando birras sin parar. Y también sin parar de ofrecernos comida con sus manos churretosas.
Esta es la receta de un día muy muy bueno.
CUA RANG ME
Para 2 personas,
Ingredientes (las cantidades están a ojo. Pero no importa mucho);
2 cangrejos azules de unos 300 gr. cada uno
2-6 chiles ojo de pájaro
2 ajos gordos troceados
1 chalota en juliana fina
Tamarindo fresco (una bola mayor que una bola de ping pong. No nos vale concentrado de tamarindo de mierda. Vete al chino y pilla un bloque del fresco. Los vietnamitas lo usan sin limpiar, es decir con las pepitas y hebras. Por supuesto no se comen)
Sal
Azúcar de palma
Salsa de pescado
Lima
Pimienta negra recién molida
Preparación;
Si los cangrejos están vivos mételos un rato en el congelador para que se atonten un poco. Sácalos y quítales el caparazón. Retira las agallas grises y separa las pinzas. Parte el cuerpo en 2 y trocea cada mitad en 2 con sus patas. Lava bien y seca.
En un mortero maja los ajos y las guindillas de manera gruesa.
En una olla pon un par de cucharadas de aceite. Cuando esté caliente añade los trozos de cangrejo y sus caparazones. Tapa y deja que se doren un par de minutos. Da la vuelta y deja otros 2 minutos.
Destapa y añade el majado y la chalota. Mezcla y sofríe hasta que estén aromáticos.
Retira parte del aceite y añade el tamarindo. Sazona con la sal, azúcar de palma y salsa de pescado. Moja con 1/2 vaso de agua, deshaz el tamarindo y deja hervir a fuego suave 5 minutos, hasta que la salsa esté melosa y los cangrejos cocinados.
Prueba y rectifica de sazón. Y a que debe saber, te preguntarás… Pues debe ser ácido por el tamarindo, pero sin que los ojos se te achinen. Dulzón por el azúcar de palma, bien sazonado y con un toque picante.
Sirve con un cuenquito con sal maldón, pimienta y media lima. Para comer exprime la lima y disuelve sal y pimienta. Moja los trozos de cangrejo con esta salsa.
Son imprescindibles unas cervezas heladas, pan para mojar, y un rollo de papel de cocina. Ah, y, sobretodo, no tener prisa.