A veces los astros se alinean y las cosas salen de un modo diferente al proyectado. Yo, que siempre viajo solo, me vi el año pasado recorriendo Asia en compañía de varios amigos. De los buenos. Llegamos a Bangkok y, después de un par de días, saltamos a Hanoi. Estuvimos allí solo 4 días que alargamos y convertimos en una sucesión de bia hoi, comida callejera y paseos interminables por las 36 calles. Como me gusta esa ciudad.
De regreso a la capital de Tailandia seguimos tratando de desentrañar su gastronomía. Comimos de todo y mucho. Nos despellejamos la boca y el culo con los platos Isaan, y sudamos la gota gorda comiendo “jim jum” y peces gato envueltos en sal.
Una mañana nos fuimos a visitar el mercado de Or Tor Kor, al ladito del muy turístico Chattuchak. Es un mercado tradicional, pero muy limpio y ordenado. Además de los puestos de abastos existe un food corner con puestos que representan todas las gastronomías de Tailandia. Comimos laap, hanglay, ensaladas y sopas.
De regreso a la pensión, cambiando de transporte en Victory Monument, nos topamos con un puesto de venta de insectos. Como estábamos alegres y juguetones y, aún con hambre, decidimos hacer un aperitivo al llegar a nuestro hotel. Compramos 3 buenos cucuruchos de grillos, saltamontes y larvas, y nos fuimos derechitos a casa.
Junto a nuestro hotel había una tiendita donde una mujer mayor vendía cervezas Chang heladas por unos poco baths. La habíamos convertido en nuestro cuartel general antes de salir a pasear la ciudad, o cuando regresábamos del centro. Nos pedimos unas cervezas y desplegamos nuestro aperitivo encima de un viejo papel de periódico.
Además del los insectos también habíamos comprado pieles y patas de pollo fritas. Todo sano y rico. Y sin más, con prisa y hambre, nos lanzamos a la sagrada liturgia del aperitivo. Envalentonados por el alcohol dimos buena cuenta de todo. Los insectos estaban crujientes y salados, con poco sabor, pero ricos para picar con algo muy frío. A mi me parecieron más una anécdota que otra cosa. Pero bueno lo mismo deben parecerles las pipas o las aceitunas a muchos extranjeros. Las patitas molestaban un poco, y al rato, tanto ortóptero en la boca empezó a darme fatiguita. Al contrario que a mi amigo Iñaki que, ebrio, realizó un devastador holocausto insectívoro.
Las patitas de pollo gomosas y buenas. Sin más. Y, como no, las pieles de pollo el “highlight” absoluto. Grasientas, muy sabrosas y crujientes hasta el final. Si pasáis por Bangkok no os dejéis amedrentar por lo insanas que son e hincadles el diente.
Muy contentos con nuestro aperitivo decidimos alargarlo un poco más. Y, como preludio de futuras cardiopatías, nos apretamos alguna que otra Chang de 625 y cruzamos la acera para comprar media docena de pinchos de cerdo a la brasa y terminar de reventar.
Gordos y borrachos nos fuimos a dormir la siesta. El mundo de los insectos ya está aquí…